hombre-peonza

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Las Lunas de Madriz.

Alteras el ritmo regular
de las noches que no dan más
de sí.
Entre dos tierras:
Asturiana y Gata Jazz.
Tú sí que sabes sincopar,
cuando maúllas a la luna de Madriz.

Yo soy nocturno Gato Jazz,
canalla gato de arrabal.
Es tu olor lo que me arruina, 
el sabor de las espinas,
tener el mar lejos de aquí.

Competencia desleal entre tus lunas
y las que había en el limbo contigo.
Una verde, la otra llena,
reflejando el suelo gris.
Y así apenas se les ve el ombligo
a las lunas llenas de Madriz.



Pantalones de serpiente,
septiembre es volver a empezar.
Rimaban con mi vida emponzoñada,
un pasado del que huir
en el bus con los frenos
más bruscos de Madriz.



Las Ramblas en Febrero,
dos hostales destartalados.
Una ruidosa y vetusta casera
y un desaparecido cementerio
de los libros olvidados.

Aquél portón que nunca abrimos,
un pintor obseso
con el sexo y con Dalí
sólo queda la ceniza
de lo que ardimos cuando huimos
de la luna de Madriz.



Cada noche me condeno a los caminos
a los recuerdos empedrados
que una vez recorrimos.

Tu pecho es la única salida:
la plata que atraviesa mi pelaje
en un viaje sólo de ida,
de vuelta a la calle Maíz.
Y mate al lobo que me descuartiza
cuando aúllo a la luna de Madriz.



Nunca juré contar nuestra historia
por no poderla abarcar.
Esquinas con más de 7 vidas,
un libro de tapa dura,
que no tuve huevos de acabar.

Eres el oxígeno del que habla Fito,
la Rubia que se llevó 
el Cadillac de Loquillo.
Yo siempre fuí y seré un chiquillo
que una vez creció por tí.
Y ahora menguan una a una,
las vidas que le quedan
a la luna de Madriz.

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