hombre-peonza

hombre-peonza

Carreras de pelusas.

Desde que barro, 
sólo, 
mi salón,
todas las pelusas llevan tu nombre.

¡Déjame en paz!
Quiero ser un buzón abierto.

¡Llévate tu guerra!
y el tamaño de tu boca.

Me alquilaste
a bajo coste
por subir a la montaña rusa
de las risas de tus amigas.

Y ahora que ya
no me comes nada
vuelvo a tener mi nevera llena.

Y si tienes hambre,
no vuelvas por aquí.

-Poema escrito junto al compañero Jesús (aunque algo modificado) 
en aquel taller de Carlos Salem.


Guau, Guau!

Me miras y me das las largas.
Y si me hablas
emites un invisible ultrasonido
que me altera y desorienta
y a los demás soy insensible y ego hundido.

Me antojo perro apaleado,
y si me haces un poco de caso
me colapso.
Porque,
qué vas tu a querer de mí
si carezco de pedigrí.

Cargo el arco y tenso cuerda,
pero me ato en corto 
y no te ladro.

Las corazas se forjan a martillazos.





Me he quitado el sombrero
ante una puerta de lavabo
que me dijo caballero.
No sé si es cierto.
Tampoco he llorado.

Hoy no tengo la cabeza 
como para un poema y tampoco ando.
Corro indeciso entre la gente,
soy un chotis matritensis
que ama y odia al mismo ritmo.

Y guardo en la memoria desequilibrios
y domingos como años.

Y guardo mil recuerdos de lo nuestro
que escondí al fondo del armario.

Te he dejado la despena a oscuras,
y a tus lunas,
mis ojos,
ya no merecen.

Siempre se me hace tarde y,
al tocar con los Historias (Prohibidas)
ya no te busco entre la gente.

Cuerdas demasiado densas para un vértigo abisal,
de tu cara hacia la mía.

Siempre espero al sábado y me acabo cerciorando
de que tú fuiste mi suerte.

Pongamos que aunque hable de Madrid,
y de todos mis derroches,
en toda geografía nada,
y nadie más,
me pone igual.

Pongamos que te llamo y no me coges,
y en escena nunca entran nuestros labios.
Y se nos juntan los llantos.

¿Qué hacemos de los dos 
ahora que ya me quiero un poco?
Que por muchos mares que me mojen,
a menudo me siento solo.

Medio cuerdo como tú,
como toda estación
en la que sólo bastaban nuestras manos.

Despierta-Mé, despierta, que
aunque a estas horas no haya luz,
y vaya hasta arriba el metro,
el sol no le echa huevos si estás tú.

La pregunta es si nos quedan fuerzas,
para un segundo asalto.
Una nueva libertad.

Pongamos entre los dos uno sólo,
en lugar de buscar sumarnos.

Y sí, te quiero tanto.
Soñando que otra vez
nuestros polvos hacen magia.

Y sí, te quiero tanto.
Buscando no encontrarte
entre el gentío u otros brazos.

Y sí, te quiero tanto.
Si lo único que no me ciega,
es la luz de un escenario.

Y sí, te quiero tanto.
Que por mucho que despierte capitán,
nunca a-cabo primero
y siempre arropo al final
un soldado raso más.

Hace un año,
pero hoy
apenas me ha hecho daño.
Ya no soy el niño
y tampoco soy el malo.

Y sí, te quiero tanto.
Pero ya no me mato.
Ya no me hace el mismo daño
ni me ahogo en el baño
de nuestro recuerdo casi eterno.

Ese infierno que me helaba.
Ese cielo que,
para siempre,
llevaré dentro.

El Mí-Tú de la caverna.

No sé si dejar de tomarme la última
o beberla más deprisa.

Por que siempre corro contra el tiempo
y llego tarde al conocimiento.
Si no acabo por perderlo.

Me pierdo en la caverna.
Entre el trayecto de subida
y el camino de su vida.
(y eso que a Platón no le sonreíste) 

Siempre acabo perdido 
a mitad de camino.
A caballo
y a bisonte desbocado con mis reflejos.
Con mis sombras proyectadas
por el fuego de su mirada. 

Y por más que anhelo la idea del bien,
mi alma no acierta
a alcanzar ninguna de ellas.
Se me queda en la caverna
tomándose la última 
junto a mi cabeza.

Tengo que dejar de tomarme la última,
no vaya a ser que te llegue tarde.

Debería dejar de tomarme la última.
Pero de momento
me contento
con llegarte.

Cuando mata una guitarra.

Un traste grita agudo.
Traza meta, manto y mata.
Da al traste con la rima,
con el ritmo
y con tu alma.

Corríamos sin buscarnos pero sabiendo que huíamos para evitarnos.

Te entiendo, 
yo tampoco creo en nada.

Pero no me vengas cada 18 a recordar.
A volverme reloco
y que pierda el hilo.
Que deje de estar cuerdo
como tú andas por tu vida: sin filo conductor.

Que sí, que fuiste 
per-
fec-
ta.
Como el sol, como la tierra.

Y acabamos hechos mierda.


Sé que no quedamos en romper,
ni medimos las distancias.
Y no hacemos más que tonterías
desde que el reloj se nos paró,
justo a la hora de las despedidas.

Viviendo entre el ya no quiero quererte
y a ver cuando te odio de una vez.

Dice que si no se droga...

Tan tan
llaman a la puerta otra vez.

Llave,
¿dónde la he puesto?
Cierto, la tiré la última vez que baje a tirar la basura.

No puedo abrir, tendrás que entrar por el tejado.
Tendrás que llover sobre mojado,
si me quieres ver,
amanecer.

Y fué ayer,
joder,
que bien.

Láteme la tentación
y tantea las paredes de mi habitación,
que hace tiempo que no encuentro 
el puto interruptor.

Pasa y quédate.
Venga, alíñame.
Que hasta las alimañas 
tengan miedo de la oscuridad.

Amanéceme,
agita mis entrañas
y ven,
a romper las telarañas de mi corazón.

Verás como no escapas.


Badum Tss.

Ella es la única a quien no puedo negarle
y regalarle mi interior.


Sólo ella sabe qué decir
cuando toso con fuerza,
como expulsándome,
y sus parches resonantes me contestan.
Sin moverse de sus hierros se eriza.
Vibran sus armónicos como diciéndome: yo te entiendo.

Ella sabe mejor que vosotros
lo que es vivir a base de golpes.
Redobles de recuerdos.
Parches contra el paso
del peso
de los errores.
Existir siempre afinando y desafiando 
el ritmo de una vida.
Continuo pulso contra el tempo de los dias.

Déjà vu.

A mis neuronas no les basta con soñarte.
Ha empezado un Déjà vu
en el que sabía 
que la profesora borraría
con fuerza la pizarra.

Ya sabía que mi estómago iba a rugir con fuerza,
que mis ojos arderían
de cafeína y horas de menos.

Que mi teléfono vibraría
y en su pantalla estaba tu nombre.

Sabía que me buscarías.

Pero de súbito y con fuerza se ha borrado,
sin dejarme terminar
de copiarte en mis apuntes.

Mis ojos arden irritados
y la cabeza me estalla y no se rompe.

El Déjà vu ya ha terminado
y tú
no me has llamado.

Sol de olvido.

Confiaba en que me sacaras la basura
con una de esas bolsas perfumadas.
Y ni siquiera conozco el olor de tu cuello.

Una bolsa bien atada con tu pelo,
hermética que enmascare
toda la mierda que ya no quiero.

Esperaba no pensar
en todo lo que he esperado,
compartirte con Madrid
y no tener que caminar
por que me hayas hecho alado.

Y me has dejado,
en pleno invierno helado,
de lado.

Y me vuelvo a quedar sin Sol.
Puro y frío
Sol de invierno
y de olvido.

El guardián entre el centeno.

Paso las horas
planeando los días
y, a veces, olvido
cual es mi objetivo:
A voces 
volar.

Quiero cantar a voces 
por las aceras
y que no se giren a mirarme.
Huir a coces, a plenas dudas,
y escribir hasta matarme.

Y qué si os odio y quiero arder,
y no me quemo.
Si sólo quiero ser
el guardián entre el centeno.

Nada me importa lo suficiente
pero por ti haría el mundo eterno
si así deja de serme ajeno
y dejar por fin de ser
el guardián entre el centeno.


Bajaría mi guardia
tan sólo un momento.
En mi marco,
para el resto,
no hay espacio
pero puedes ocupar todo mi tiempo.

Llevarte hasta el abismo
para abrirte mi guarida.
Que me abras tu cielo,
se cierren mis heridas.

Ser el guardián entre el centeno.
Pero esta vez
a escondidas.

Sentidos.

Raciono mis 'lo siento'.
Más acertado es 'lo sentí'.
Y llegué a sentir tanto,
que ahora ya no siento.
Lo siento
si nada ya
tiene sentido.

Un Lunes a mí siempre me sabe a poco.

Despierto en cuarto menguante.
Te dibujo en el vaho
de la mampara de mi mente
y así,
de buena mañana,
me vuelves cuarto creciente.

Cuarto y mitad de universo
si la víspera dejaste
que nos estrelláramos.

Pero no, los lunes no soñemos.
Los lunes son para luchar.
Para salir de la ducha y soñar.
Pensarte e imaginar
que tu Sol y no tu nombre
sea el que me vuelva loco.

Que un lunes,
a mí,
siempre me sabe a poco.

Aislante.

La piel de los pingüinos
reservan un espacio de su órbita:
milímetros de espesor
donde preservar su calor.

En el ártico pienso
mientras retozo
y mantengo
nuestros hálitos encerrados
suspirantes por seguir cautivos.

Manufacturo mi edredón
y lo hago biología
y a la natura adaptación.
Minúsculo espacio
en el que perfume de dos
se preserva en frasco eterno,
en derivación de calor:
nuestro olor.

Traslado la frontera
de este espacio hasta tu piel.
Y establezco absurdo límite,
que separa el universo,
del sudor de tu colchón.

Y convierto este refugio
ya no en sueño ni utopía,
sino en algo cerca,
y tan lejano,
como tu atmósfera
siendo ahora la mia.

Hablando de números.

Cada vez somos más numerosos.

Somos miles 
de millones de números.

Sin nombre.
Sin ser.

Al parecer cuerpos y no personas.

Y algunos vivimos comprimidos,
no cabemos en nuestra piel.



Y hablando de números te digo
que yo tengo que ser el tuyo.

Que me calzas con comodidad exacta.
Que no hay talla que te siente mejor.

Que no hablo de parejas
ni de pares sueltos.
Sólo que si me eliges esta noche
quemamos la ciudad
a golpe de tacón.

'All in', y romper con todo.

Me rompo los párpados cada mañana,
la cabeza en hacerte poema
y los huevos en el intento
de echarle un par al sino,
negro oscuro casi blanco,
y arriesgarlo todo 
al rojo radiante de tus labios
e incandescente en mis mejillas.

Recostarme y apostar
mis naipes sobre el verde
con que algunos visten la esperanza.

Se rompen mis horarios,
me resquebrajan los sueños
y mi sueldo nada sirve.
Sólo yo puedo soldarlos.



Y ya no parto su cama de madrugada.

Ni la mía. Ni de día.
Ni el sofá,
ni la mesa de la cocina.
Ni las caderas en el suelo.
Ni del baño la cortina.

No agotamos ya las fuerzas
y sólo quiero conservar las mías.

Ya no hacemos de los dedos
las más suaves astillas.

Ya no rompo nuestros huesos
porque aunque de éstos
tenemos más de doscientos
yo elegí romperle el corazón.

Mariano (te)Rajoy

Manuela se pirra por las golosinas azules.
Y como todos sabemos,
y Karim bien manifiesta,
no siempre tenemos
el color que nos representa.
Por absurdo e inconsciencia,
los azules menos dulces que conozco
vienen con su color cielo
a darnos bien por el culo
y creerse que vienen de allá arriba;
de la esfera con derechos
a quitarnos los nuestros.

Django (poeta)encadenado.

Hoy mis botas
no hacen voto de silencio.

Camino firme y plomizo.
Plomo color cielo.
Plomo bala 
de viejo western infumable.

Bala óxido en la mirada
al decir que esta ciudad 
es demasiado pequeña para los dos.

La ciudad es vasta
y, por lo visto,
nunca ha sido más pequeña.

Y no dejo de encontrarte.

Ella no entiende
cuando le rogamos: 
Basta.

Sobre el verbo 'ser nocturno'.

Me vuelvo un ser nocturno,
y creo en la ciencia-ficción de tus suspiros,
cuando te busco los latidos,
inquietos,
a lo largo de tu cuello,
queriéndome saciar
con lo que a los seres nocturnos se alimenta:
Tu perfume sin aditivos,
ni perfumes.
Los matices del sinsabor
que adereza tu piel.
Esperando ese siguiente suspiro
que me pide que te clave los colmillos.
O lo que tu me dejes que te clave,
salvo estacas al corazón.

Psicoacción poética.

Una profunda y virgen calada
que me transporta por un símil
de tráquea y boquilla de cartón.
Un tiro directo 
y certero al corazón.

Y me eleva.
Y os miro enrojecido,
para nada sonrojado,
desde la paz de mi azotea.

Y me trepa.
Mientras creéis que me atrapa,
pero soy yo quien desmiga
en mi mente una canción
y cada nota.

Y me acuna.
Y se lleva por momentos
mis sombras, mis tormentos.

Tenue y dulce luz de luna
que mece mi perjuicio.
Y de tus prejuicios 
solo sé que no son ciertos.

Insisto en que el papel
que interpreto es solo mío.
Un rol de combustión lenta
que no empapela,
sino aviva,
el color de mis paredes.




-Y "ser el humo que al final
escapo de lo que existe
por ver que hay detrás.
Más allá" (Vetusta Morla)-

Tal vez lo que me hace grande no sea difícil de ver.

Un oasis en mis manos
de agua helada al despertar
que lanzo a mi cara para decirme
que el día no espera por mí.

El sonido irónico
al degollar una litrona
que la convierte en manantial
de anticuerpos
antiproblemas.
Y nadar feliz
en un mar color: Tu pelo.

Pisar la calle a la salida del tajo,
pulsar el play y pausar mi pulso
para que la música camine por mí.

El primer y brutal,
más que trago, estrago de agua,
del que libero a mi garganta
cualquier día de resaca.

Despertar de resaca y joder que guarrada sin ti.

De la palabra aferrar,
sólo pido cambiar
la taza del váter de madrugada
por tus caderas al despertar.

De la palabra madrugar, 
y su sospechoso parecido a madurar
nada cambiaría,
si así el día se alarga
y te me regala
desvestida.

A la palabra recordar
tengo miedo recorrer.

Y a la palabra recorrer,
mis manos y tu piel,
deben más de una acepción,
si no toda definición,
de palabras como placer,
enloquecer
o pasión.

Harto.

Harto de no poder hartarnos
el uno del otro.

Harto de tratarnos
con esta volatilidad 
que apenas calma.

Harto de partirnos
una y de una vez
los labios mientras todo
se me arroja acantilado
y de un lado y otro lado
nos siento equilibristas 
de aquel hilo que dejé
apenas vivo y que tú,
apenas cuerda sabes,
tan bien como yo,
que siempre será acero,
titanio o diamante
pero nunca
queda en cero.

Be the change.

Mira, lo estoy siendo.
Hace mucho tiempo
que necesitaba serlo
y por salvar mi integridad
en esta absurda lucha de gigantes
tenía que hacerlo.

No me refiero al refranero y admitir
que a quien un reloj saca de Oniria
a las horas más prohibidas
el supremo da su mano
y dice: venga hijo,
que los logros que hoy consigas
serán gracias a mí.

No me limito a la cafeína
como combustible principal,
moneda de cambio
y tregua
con mis límites y capacidad.

No hablo de aguantar
día y día en Matrix,
ni a su falsa felicidad
diafrazada de campaña publicitaria,
el hedor del subterráneo,
de sus agentes y sus gentes,
de condición bovina y olor a cuadra.

Hablo de despertar
a mi propio mundo real.
Aprovecharme del ficticio
y las pocas mieles que le quedan.
De no pensar en un final.
De soldarme bien a mis principios.
Hace tiempo que deseaba hacerlo,
y lo estoy siendo.
Ser el cambio
que deseo ver en mi mundo.

Un domingo en mi Habitación Roja.

Puedo escribir los versos más tristes esta tarde.
No acabar de despertarme y terminar
anclado en la última pesadilla
en la que todo seguía siendo nuestro
y lo que resta, del resto.
Pero los domingos no computan
por mucho que rime con vida
orgullosa de su antiguo oficio
el más viejo del mundo.
Un domingo siempre afila
los cantos de esta roja habitación
y yo prefiero guardar mi verso
no empeñarme en empuñar
una pluma que siempre
daña más
que una espada.

Madriz INK.

Tras sacarme las últimas agujas, 
contra el terrible miedo
a no poder vivir sin su suero,
tengo el corazón como recién tatuado: 

Sensible, marcado, irritado.
Algo permanente.

Y se muere por más tinta el muy tonto.

A cada pequeña muestra de afecto me vuelco,
no sin miedo a volcar, 
por rellenar mis tinteros, repigmentarme, 
ahora que me he reinventado
y empiezo a pensar
que por fin pinto algo.

hombre-peonza

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