hombre-peonza

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Tú, échate para allá

– Tú, echa pa' allá.

Y desde entonces, una sola mirada emponzoñada a sus vaqueros de serpiente bastó para que, cerca de cuatro años después, yo siga envenenado.

Y cada vez me echo más "pa' allá".
Me alejo unos metros cada vez que intento tomar distancia para apenas ver.
Y cada hueco de asfalto que dejo a su lado son metros de abismo que me impiden ver sus lunas llenas.
Las que albergan tantas cosas.
Las que han visto demasiado, y aún con esas, siguen llenando de cuarto creciente la azotea plagada de gatos-duda hambrientos, que ya no quiero acariciar.

Creo que el vértigo radica en el tamaño de los tejados que construimos.
Es tal la distancia entre nuestra ciudad y la del resto, que cualquier paso en falso que cometo es un gran salto para perder mi humanidad.

Y cada vez me alejo más.

Tal y como ella nunca me pidió.

Ignor-arte.

Clavos oxidados
en heridas abiertas
que ni sacan
ni entran.

Con ellos cuelgo tu memoria
en la antes-sala de espera
que mantenía limpia para tí.

Donde ahora distraen otros ojos
mientras hago oídos sordos
a las llamadas de megafonía
de mi afónica conciencia;
la que no calla 
y nada otorga
junto a las revistas viejas
de temas 
que a nadie ya interesan.

Recuerdos que nunca 
parecen estar rectos.
Da lo mismo el ángulo
la distancia o perspectiva,
pues para ignor-arte,
aunque me sobre inventiva,
me hace falta vocación.

Por mi galería de fracasos 
siguen desfilando visitantes.
Tengo algunas reservas,
poco presupuesto
y a los más astutos marchantes de arte.

Quiero mancharme de tu arte,
como antes.

Y por eso no me marcho.

Y es por ello 
que me mancho.

Y por am-arte
no te tacho.

Los hijos de Salem.

Hace no mucho que empecé en esto
y nadie asegura
que no haya tropezado 
ni la mitad que vosotros.

De los muchos desconocidos
con quien he tropezado
pocos así me han incidido
y alejado
de mi viejo amigo
el 'qué coños hago aquí'.

Gente que te llena la despensa,
que reordenan estropicios.
Y malos recuerdos,
peores ideas.
Y aderezan día a día
con las más variadas especias.
¿En qué especie los catalogaría?
Ni lo sé,
ni os importa.

Aunque yo descanso mal-bien poco,
ellos siempre han despertado,
han fichado
y llevan varias horas en el turno:
de noche, de día,
de: '¿tío, tu cuando duermes?'
De sexo,
poesía,
de canciones cada día.
De odios en el metro,
de Federicas y osadías.
Y ottia con Federica...

Gente que está lejos,
gente que está dentro.
Gente en texto, en la palma de la mano
y siempre en un bolsillo
vibrante del corazon.

Gente...
No.
Ellos no son gente.

Ellos
son
mis personas.

Próxima estación: Babilon.

¿Es el enemigo? 
Cuelgue, que ya me pongo yo.

Se cuelga el metro.
me cuelga el moco.

Los unos se cuelgan de los otros
y andamos todos colgados.
No, cuelga tú.

Y yo estoy
hasta lo que tengo aquí colgado
de Babilonia y sus marchitos jardines.

Estoy deseando 
que se cuelgue de nuevo el metro
para descolgarme de todo esto.
Quemar el invernadero que me asfixia
y huir del centro de la tierra
a un millón de leguas
de viaje haciendo un submarino.

También me emborracho y lloro cuando tengo depresión.

No te opongas,
ni me suspendas tan pronto,
pues no somos tan opuestos.
Tus oposiciones, no pueden ser tan duras.

Y entre suposiciones y suspensos
hace años que trasnocho
y la noche no me acuna.
Si acaso,
es la luna
quien me dice aquello
de:
'a ver cuándo maduras'.

Yo,
que cuanto menos tiempo duermo
más sueños tengo,
dejo en estos versos
mi faceta diablo azul,
mi piel de soñador
y me quedo para mí
mi corazón de rocanrol.

Porque, 
nena,
has tenido suerte 
de llegarme a conocer.

Así que no te opongas,
ni me suspendas.
Tira los apuntes
y vámonos de pellas.

Hoy he sido "el chico del metro que"

"Soy el chico del metro que..."

...deja pasar un tren
como pensando en la famosa metáfora de la vida,
pero en realidad lo hago para no tener que tocar
ni ver
a tanto humano.

Y aún así,
en la siguiente parada,
el tren se vuelve a llenar de esa plaga
y yo me vuelvo un poquito más sociópata.

Y así sucesivatrenes
hasta que entras tú
y del cabreo
ni te veo.

Presa dominical.

Bajo de la cama
al quiosco de la esquina,
el que tengo enchufado a la regleta.

Te busco

entre el sumario de la noche anterior
y el índice de ésta mañana.
Y acaricio el recorrido con el mío,
que el corazón sólo lo uso
para decirles que les jodan.

Conozco la maquetación de mi obsesión al dedillo

y enseguida te encuentro.
Ojalá acceder a tu glosario
y conocer tus tecnicismos
fuera tan sencillo.

Y es por eso que mis poemas

hablan casi todos de tí.
O de tí.
O de tí.

O de lo que tengo dentro.

Lo que soy y no me pertenece.
Lo que tengo y no me deja ser.
Lo que hay a este lado y al otro
de mis poros.

Porque siempre quemo mis yemas
escribiendo,
de entre todos los temas,
de los que menos entiendo.


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