Tras sacarme las últimas agujas,
contra el terrible miedo
a no poder vivir sin su suero,
tengo el corazón como recién tatuado:
Sensible, marcado, irritado.
Algo permanente.
Y se muere por más tinta el muy tonto.
A cada pequeña muestra de afecto me vuelco,
no sin miedo a volcar,
por rellenar mis tinteros, repigmentarme,
ahora que me he reinventado
y empiezo a pensar
que por fin pinto algo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario