hombre-peonza

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Poesía no eres tú.

Siento la vergüenza
ajena del rebaño,
una rabia confesable
ajena, inescribible
inflamarse en mi cabeza
con el paso de los años.

No soporto mayorías
ni en lo que basan sus vidas
y mucho menos me conformo
con lo que versa mi rutina
sólo pienso en tus versos
furtivos en cada esquina.

¿La reina de las medicinas?
No. Tu ritmo es mi placebo.

Acabaré valiendo lo que un cero
a la izquierda o la derecha
en coma flotante por los andenes del Metro
si no despierto y me someto,
si solo existo
y solo, dentro de un soneto.

Te conocí en un recital.
Yo venía del sencillo desenfreno instrumental,
de mi zona de confort,
de lo que llaman Rocanrol.

Ésta noche estás de infarto
con ese vestidito de lo abstracto
y a tu paso asincopado
todo rima con tus botas,
el asfalto se echa a un lado
y con el reloj se va de copas.

Tu nombre es una trampa.
Dicen
que si te recitan
tres veces
delante de unos ojos,
rompes en añicos
todos
los espejos del alma.

-¿Cuál es mi nombre? -me preguntas,
mientras disparas tus pupilas
hacia mi pájaro azul.

Pero si le apuntas alza el vuelo.
Poesía no eres tú.

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